La Renovación Carismática Católica
es la expresión, en la Iglesia Católica, de un movimiento
generado por el Papa León XIII, que, ciertamente bajo el impulso
del propio Dios, generó una estima a la acción del Espíritu
Santo entre los cristianos. Sin querer entrar en pormenores, el siglo
XX fue fuertemente marcado por la buscada de la escucha y fidelidad
al Espíritu Santo. Esto se pasó copiosamente en comunidades
protestantes y en la década de los 60 también en grupos
de oración católicas. Hay que reconocer de el interés
haya vuelto contagioso, de noticias de las experiencias acontecidas
en muchos lugares y transmitidas por cartas, telefonemas… puedan
haber estimulado la indiferencia a adherirse a ese nuevo estilo de
oración sin que haya habido plagio de unos para con otros.
El impulso ha venido del Espíritu Santo, pasando por los hermanos.
La Renovación Carismática Católica merece un
aprecio de los Católicos cuando bien orientados. El movimiento
ha renovado la fe y la piedad de muchas personas que antes se encontraban
lejas de la vida de la Iglesia. Por los frutos buenos es que se reconoce
el árbol bueno. No hay dudas, que haya habido fallas, exageraciones,
subjetivismos en varias expresiones de la Renovación Carismática.
El entusiasmo de personas no preparadas, destituidas de una formación
doctrinaria, ha provocado problemas grandes y pequeños. Pero
esto no apaga el valor de la Renovación Carismática
concebida como tal. En todo que es humano, hay fallas a menos que
el propio Dios lo quiera evitar por un especial privilegio. La Iglesia
pide que no se combata la Renovación Carismática Católica,
más que se interesen los responsables por ofrecer a sus miembros
un estudio profundo de la doctrina de la fe de la Iglesia así
como la orientación de dirigentes seguros en la fe y en la
Moral. De manera especial es necesario enfatizar, en los grupos de
oración, que los dones extraordinarios no deben ser preferidos
sobre los dones ordinarios o que la teatralidad no deba ser deseada
como señal de santidad. “El justo vive de la fe”,
dice San Pablo (Romanos 1,17), no de milagros. Sea también
recordado que el sentir (sentirse bien, eufórico) no es constitutivo
necesario de la vida de fe. Esta puede ser autentica mismo en la aridez
y en el claro-escuro de la lucha a favor de la fidelidad al Señor.
Es necesario también no confundir fenómenos meramente
psicológicos con los dones del Espíritu Santo.
Padre Ed Cunha.